¡No soy suficientemente Buena!

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Este fin de semana mi hija de 8 años fue parte de una competencia en la que representó a su escuela. Su equipo de 6 miembros (ella la más grande) trabajó varios meses en desarrollar la solución a un complejo problema que les fue asignado. Debían desarrollar un robot que aplaudiera, cantara, barriera y pateara una pelota. El equipo de 6,7 y 8 años se reunió varias veces a la semana, investigaron, probaron varias soluciones hasta que lograron que su robot hiciera todo lo que se les había pedido. ¡TODO! Debo decir que me impresionó ver cómo un grupo de niños tan pequeños eran capaces de hacer algo así, porque además una de las condiciones era que nunca recibieran ayuda de un adulto.

El día de competencia fue largo, llegamos a las 8:00am, los resultados se anunciaron a las 6:00pm. El equipo de mi hija fue el más joven de la división, en total compitieron 9 equipos en su problema, quedaron en quinto lugar. Los cuatro primeros lugares pasaron a la competencia estatal. Cuando los niños empezaron a pasar al frente a recibir sus medallas, el corazón de mi hija se empezó a encoger. Finalmente, no aguantó más y rompió en llanto. Un llanto profundo, de esos que duelen mucho. Al verla llorar su equipo lloró también. Tomó algún tiempo, mucha reflexión y plática que mi hija entendiera lo que había sucedido y que yo encontrará las palabras para consolarla. Mi corazón se fracturó cuando me dijo: Mamá, fracasé, ¡no soy suficientemente buena! (como dije tiene 8 años)

Hablamos del aprendizaje, de la experiencia, de lo importante, del esfuerzo. Me escuché a mí misma repitiendo el mismo guion que he escuchado muchas veces. Ese que usamos en estos casos y que hemos de repetir como hemos aprendido. Pero esa frase hizo eco en mi cabeza ¿Cuántas veces la escuchado? en mi boca, en la boca de otras personas. ¿Qué significa eso, de dónde viene? y a todo esto ¿qué significa realmente fracasar?

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Me puse a reflexionar sobre algunas cosas que he venido pensando desde hace tiempo. Una de esas es la competencia.

La base de nuestro sistema de creencias está fundamentado en la competencia. Desde pequeños, hemos aprendido a competir por atención, por ser el mejor en clase, por clasificar en el equipo de futbol, por el novio o novia, o por ganar algún trabajo. A veces empezamos con competencias “inocentes”, en nuestros juegos de niños, con nuestros hermanos para ver quién llega primero, quién es más rápido. Tenemos un sistema basado en competencia en las escuelas, que pronto nos enseña que somos un número con el que nos pueden calificar o con que debemos ser el primer lugar de nuestra clase.

Competimos con nuestras amigas para ver quién es la más guapa o popular, con los amigos a ver quién es el más fuerte o quién tiene el mejor coche, para finalmente competir en ver quién tiene la casa más grande o el mejor puesto. Todas estas ideas me han hecho preguntarme ¿para qué sirve la competencia? ¿Qué logramos realmente con ella?

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Y es que nos han hecho creer que competir es nuestra naturaleza. Que el hombre es tribal y compite porque hemos de aplicar la ley del más fuerte. Hemos aprendido que la naturaleza compite, y que para valer algo hemos de ganar. Nada más lejos de la verdad, pues recientemente se han publicado estudios en los que se explica que la naturaleza nunca compite sino que coopera y colabora. ¡Pobre Darwin! se daría de tiros al ver lo mucho que hemos tergiversado sus teorías, pues al parecer lo que él quería explicar desde el principio era justo eso, que la naturaleza es un sistema que colabora.

En mi cabeza pienso que de nuevo hemos sido las marionetas de un cuento inventado por alguien para someternos, para domesticarnos, para hacer que nos ataquemos unos a otros haciéndonos pensar que, si no gano no podré sobrevivir en la selva de asfalto. Hemos seguido las reglas del juego sin pensar si en verdad es la mejor forma de jugar. Si en verdad estoy aprendiendo, si estoy siendo mejor ¿mejor cómo? ¿Cómo es que la competencia me convierte en mejor persona?

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Algunos me podrán decir que es la forma en la que podemos mejorarnos, retarnos, hacer lo mejor para nosotros mismos. Algunos otros me dirán que es prepararnos para la vida real, porque en la vida hay que ser el mejor. A mi todo esto me parece parte del guion que hemos aprendido a repetir sin cuestionar. Un cuento viejo que por lo menos a mí, ya no me funciona porque me doy cuenta de que la competencia nos lleva a puntos tan extremos que nos alejamos de los que queremos y llegamos a matarnos por ella.

Este fin de semana, mientras observaba ésta dinámica pude percibir varias cosas:

-Primero, la competencia está diseñada para que uno solo gane (porque seamos honestos aunque ganemos el tercer o el segundo lugar no es suficiente) solamente uno, así que todos los demás serán perdedores, o sea que de nuestras sociedades ¿solo uno vale? De verdad, si lo pensamos un poco podemos a llegar a pensar que ¿eso es verdad?

-Dos, el sentimiento de los participantes es que queremos que el otro pierda. ¡Claro! porque queremos ganar, ¿no? O sea que aunque te quiera mucho, si quiero ganar lo que pienso es que tú debes perder, y como solo hay un ganador pues la mayoría de los sentimientos que hay en el ambiente son negativos.

-Tercero, eso de la sana competencia no es cierto, porque el competir nunca es sano. Crea sentimientos de frustración, enojo y resentimiento y ninguno de esos sentimientos en realidad es bueno ¿o sí?

-Cuarto, daña la autoestima y confunde la mente. Porque al igual que mi hija muchos pueden llegar a pensar que no son suficiente. Y es un tanto cierto porque la realidad muestra que no ganó, así que pareciera que tenemos las pruebas suficientes para creerlo. Con este pensamiento se cae en la trampa de un juego mental que puede sumergirte para siempre. Porque estamos cayendo en un juego inventado, en el que alguien como tú y yo decidió que la competencia es buena para la formación del ser humano, y nosotros decidimos creerlo.

– Quinto, creemos que es cierto, porque nos ayuda a lidiar con la frustración, nos ayuda a ser fuertes y nos ayuda a mejorarnos. Honestamente me pregunto si es ¿cierto eso? Me pregunto si de verdad nos vemos al espejo y nos decimos ¡Que bueno que reprobé el examen, que no me dieron el trabajo, que perdí la medalla, porque esto me hace muy fuerte!. ¿Cómo nos está haciendo fuertes exactamente? ¿Qué pensamientos y sentimientos están despertando en mí para hacerme más fuerte?

Me pregunto si los papás de la niña que ganó el segundo lugar en la “compe” de gimnasia están bien contentos con los papás de la niña que ganó el primero y le dicen: No importa que haya invertido miles de pesos en el entrenador personal, en verdad estoy bien contento de que no ganamos porque mi hija se está preparando para la vida. ¡Quiero que fracase siempre, que piense que no es suficiente porque así se esforzará hasta que lo sea!¿En serio, esa es la forma de forjar el carácter?

No, !no es así, confesemos, seamos honestos ¡ Nos duele y le echamos ojos de pistola a la niña, a la mamá y a la abuelita pensando que de seguro los jueces estaban miopes o que de seguro el papá que es algún asistente de político los compró.

Los únicos que en verdad pueden sentir alegría honesta en una situación así, son aquellas personas que han logrado abrir sus mentes, escapar del sueño, de los cuentos que se cuentan y que tienen un nivel superior de consciencia. Y ellos, no están en estas competencias. No, no van a esos lugares que están diseñados para dar una leve caricia a nuestro ego, para luego soltarnos en el mundo que nos hace sufrir porque efectivamente hemos aprendido que no somos lo suficientemente buenos.

Alguna vez, leí que la competencia es el principio de toda guerra. Cuando veo nuestro entorno, el sistema que nos hemos creado para vivir, nuestro sistema educativo, laboral, político, económico. Cuando escucho: “No soy suficientemente buena” en mi cabeza, me doy cuenta que es verdad. Porque no queremos que nadie nos gane porque pensamos que si ganamos entonces seremos especiales, queridos, aceptados ¡seremos buenos! Pero cuando esto no pasa nos sentimos infelices, frustrados, fracasados, porque no hemos logrado lo que se supone tenemos que ser: ¡LOS MEJORES! Cuando escucho mi cabeza me doy cuenta de que tengo una guerra interna, una guerra con todos los conceptos externos con los que he tratado de cumplir y no he podido. Porque no conseguí ganar la medalla en natación, ni el primer lugar en oratoria, ni el lugar en la Universidad, el trabajo que quería y además fracasé en mi matrimonio. Y entonces de verdad nos convencemos. No, no somos lo suficientemente buenos.

Hoy me preguntaron. Entonces ¿cómo lo harías? Si no es por competencia ¿cómo decidirías a quién apoyar si es que tienes recursos limitados, con una beca por ejemplo?. O ¿qué pasa cuando solamente hay un puesto de trabajo, cómo eliges?. La realidad es que ¡no lo sé! Yo también llevo muchos años sumergida en este cuento repitiendo los guiones que he aprendido muy bien. Pero , el algún momento me he empezado a preguntar algunas cosas y me doy cuenta que un sistema que nos crea tantos sentimientos negativos para con nosotros mismos y para con los demás no puede ser bueno. Y que lejos de unirnos nos separa, y es así como nuestros caminos se vuelven solitarios, porque la competencia es un camino de uno solo.

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Tal vez, si desde nuestros juegos de niños, nuestras relaciones, en vez de competir en verdad colaboráramos. Tal vez, si en vez de calificar en la escuela y premiar al “mejor ” encontráramos una forma de reforzar nuestros talentos. Tal vez, si dejara de pensar en que quiero ser mejor que tú, celebrara tus diferencias y las reconociera. Tal vez, si en verdad pudiera ver eso dejaría que verte como alguien que tengo vencer, para verte como un ser humano como yo, con virtudes y talentos, y seríamos una pieza más que tenemos que unir en el rompecabezas de la humanidad.

El ganar no nos hace mejores, porque no importa cuántas medallas tengamos colgadas en la pared, cuántos títulos universitarios o carros en nuestro garage, podemos sentirnos las personas más solitarias y  las más infelices. Porque la realidad es que nos inventamos una historia en la que es imposible ganar sin fallar.

Como dije, no tengo la respuesta, pero sí más preguntas. Muchas, tal vez si nos empezamos a preguntar podemos empezar a buscar otras respuestas y darnos cuenta que de verdad ni un papel, ni una medalla pueden definirnos.

Como sea y como siempre, esto no es más que un texto basado en mis propias reflexiones que no busca cambiar ningún otro pensamiento más que los míos, pues mi búsqueda tan solo se resume a crearme mejores historias para mí misma (y con un poco de suerte para mi hija). Historias en la que seamos más bondadosas y siempre seamos ¡más que suficiente!

Published by carlaga1825

"Para mi la naturaleza es sagrada. Los árboles son mis templos, los bosques mis catedrales y la roca mi altar"

One thought on “¡No soy suficientemente Buena!

  1. Me encantó tu texto y las reflexiones que lleva. Estoy segura que tu hija sabrá que es BUENA por el simple hecho de ser ella.

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